Guía de trabajo #2 lectura crítica y ética grados 10A Y 10B
Institución Educativa Villa Santana
Guía de trabajo lectura crítica y ética 10A Y 10B
Profesor: Harold Espinosa Duque
Entrega: Próxima clase, jueves
Instrucciones: Recuerde que todos los talleres de lectura crítica y ética deberán hacerse en el cuaderno, en este caso solo copiar el taller, responder, tomar foto, marcar las hojas con nombre completo y grado del estudiante y enviarlas al whatsapp: 3113625645
1. Leer el artículo, buscar el significado
de 12 términos desconocidos o claves en él.
2. Escribir un análisis con base en
la idea principal del artículo de dos párrafos de seis líneas.
3. ESCRIBIR en una oración un
análisis de la caricatura / graffiti.
Nuestro derecho y la postpandemia
Ante la evidencia de que los Estados, debilitados
por la acción del tardocolonialismo financiero no podrán superar sanamente la
conflictividad inevitable de la postpandemia, nos urge pensar en un nuevo
modelo de Estado con equidad desconcentradora de riqueza, capaz de reconstruir
las democracias y las repúblicas, asimilando las experiencias de nuestras
accidentadas historias.
1- Pandemia y colonialismo. Cuando se producen cambios de poder
planetario, da la sensación de que la historia se acelera. Los
cambios actuales eran previsibles. Entre otros, Francisco lo dijo en la Laudato
si: «esto no se sostiene«. La pandemia precipita las cosas,
pero además de las advertencias de la OMS, tampoco es algo nuevo en la
historia.
Si quitamos la máscara ideológica del neoliberalismo,
veremos que el mundo está sufriendo un totalitarismo, en este
caso financiero, que practica una nueva forma de colonialismo que
podemos llamar tardocolonialismo, para diferenciarlo de las
etapas anteriores, es decir, del originario y delneocolonialismo.
Esta nueva etapa colonial ahora se enrosca sobre sí y paraliza
la economía mundial.
El colonialismo tiene su historia, que no debe
confundirse con la historia universal, como pretendía Hegel. Esa
historia nos dice que no es la primera vez que una hegemonía mundial se
enrosca, ni tampoco son ajenas a esto las infecciones.
La revolución mercantil -que
posibilitó el colonialismo-, fue impulsada por el comercio europeo con oriente,
que llevó las ratas y la peste bubónica, matando a un tercio de la población
europea.
Lanzados al colonialismo originario,
los españoles contaminaron a los indios con enfermedades, producto de la
domesticación europea de animales, contra las que los indios no tenían
anticuerpos, lo que mató a la mitad de la población originaria. Al mismo
tiempo, jerarquizó tanto su sociedad que, cuando con la revolución industrial
apareció, la burguesía europea fue incapaz de crearla en España y se derrumbó
su imperio.
Para satisfacer el extractivismo insaciable, se
cometió el crimen del esclavismo contra los africanos, que trajeron la fiebre
amarilla y, cuando el neocolonialismo quiso facilitar la
comunicación interoceánica con el canal de Panamá, esa infección hizo fracasar
la primera tentativa de construirlo.
El neocolonialismo cometió
horripilantes genocidios, especialmente en África, hasta desembocar en una
guerra interimperialista que, al final, desencadenó la
llamada gripe española. En la segunda etapa de esa tragedia
se enroscó, pues el genocidio fue cometido en su propio territorio,
victimizando a personas tan pobres en melanina como sus líderes.
Ahora el tardocolonialismo financiero de
las transnacionales, con su brutal depredación del medio ambiente y la destrucción
indiscriminada de equilibrios biológicos, fue generando virus en serie, hasta
producir uno que paralizó la economía mundial.
El actual recorte arbitrario de lo que nos explica
la ciencia biológica, pretende que el enemigo sea el virus y,
por ende, estaríamos en guerra contra el virus cuando, de
existir alguna guerra, debería serlo contra la fábrica de virus en
serie, que es, justamente, el actual totalitarismo financiero depredador del
medio ambiente, que ha producido la vaca loca (por alimentar rumiantes
con harina de cadáveres), la gripe asiática, la de Hong Kong, el VIH, la gripe
porcina, el SARS, el Ébola, el coronavirus modelo 2015 y ahora la nueva versión
19.
Como si eso fuese poco, fabrica luego las vacunas, las
patentan y las venden a quienes pueden pagarlas: cada año mueren en la
India 100.000 niños de neumonía, mientras la transnacional dueña de la patente
de la vacuna embolsa miles de millones de dólares.
Esclavitud, sometimiento a servidumbre, crímenes
masivos atroces, genocidios, glotonería hegemónica, concentración ilimitada de
riqueza, suicidios de las sucesivas oligarquías enceguecidas por su afán
insaciable de poder y generación de epidemias, son fenómenos entrelazados y
presentes desde la gestación del colonialismo en Europa hasta todas sus
sucesivas etapas en el mundo.
2- La naturaleza del totalitarismo financiero. Es claro que estamos
sometidos a un poder planetario que concentra ilimitadamente riqueza, con la
consiguiente exclusión genocida de miles de millones de personas, para lo cual
ejerce sobre nuestra región un despiadado colonialismo succionador, mediante
endeudamientos concertados por sus virreyes locales, que nos
somete a jurisdicciones extranjeras.
Lo cierto es que este totalitarismo
financiero equivale hoy a los de entreguerras, es decir que, para
legitimar genocidios, ya no se usan camisas pardas ni negras ni se prometen
paraísos de razas superiores puras o de sociedades sin clases en que todos
seremos felices, sino que se vaticina unafelicidad generosamente derramada desde
la riqueza crecientemente concentrada.
El discurso con que se enmascara este totalitarismo
no está escrito en Mein Kampf, sino en las obras de Milton Friedman
y Friedrich von Hayek. Tampoco se promete el ario puro y
el hombre nuevo, sino el homo economicus.
Este discurso es el que ahora confronta con los
Derechos Humanos, incorporados al derecho internacional desde el final de la
Segunda Guerra Mundial. Mientras estos últimos proclaman que todo ser humano
es persona y, por el hecho de existir tiene unos derechos
elementales y básicos, la ideología que se autodenomina neoliberal afirma
que, por el mero hecho de haber nacido, un sujeto no tiene derecho a
reclamar nada (así, von Hayeck). Si bien no todos los acólitos de esta
idolatría son tan explícitos y sinceros, los cadáveres en el Mediterráneo o el
experimento pinochetista de Friedman, demuestran que comparten
esa premisa.
Los gerentes de este totalitarismo financiero no
pueden hacer otra cosa que obtener ganancias sin respetar límite alguno, puesto
que, con la financiarización de la economía, las corporaciones
transnacionales son manejadas por tecnócratas que deben cumplir con ese
objetivo o son reemplazados.
En ejecución de estos mandatos ineludibles, la
conducta de los gerentes del totalitarismo financiero pasó a ser delincuencial
a gran escala: extorsiones, trabajo esclavo, macroestafas, evasión
fiscal, administraciones fraudulentas, destrucciones de ecosistemas, extinción
de especies, desertificación, contaminación de aguas y atmósfera, encubrimiento
de tráficos ilícitos, reciclajes de dinero, empresas fantasmas y, llegado el
caso, también golpes de Estado y fusilamiento de población civil, todo se lo
permiten sin límite alguno. La criminalidad organizada (organized
crime) más poderosa del planeta es la que ejercen estos gerentes con
sus macrodelitos. No debe extrañar, porque todos los totalitarismosfueron
criminales; sólo cambian sus métodos, conforme a sus contextos de poder.
3- La situación tardocolonial. En nuestra realidad colonial de
extrema concentración de riqueza, con los más altos coeficientes de Gini del
planeta, la paralización hará caer en la pobreza a fajas de las clases medias.
A las fuertes protestas de la prepandemia se sumarán las fajas
medias desclasadas. Nuestros Estados no estuvieron preparados para
responder con racionalidad a las demandas anteriores y, menos aún, lo estarán
para las que vengan.
Si aspiramos a que la conflictividad que anuncia
esta emergencia halle soluciones no violentas y, por ende, a que nuestros
Estados puedan ofrecer soluciones racionales en el marco
democrático y republicano, el primer paso debe ser reconocer la dura
realidad de la que deberemos partir, es decir, de Estados debilitados,
escuálidos, muy poco democráticos y –quizá menos aun- republicanos.
El mito más negativo –por inmovilizante- nos hace
creer que vivimos en Estados con instituciones sólidas, basadas en principios
democráticos y republicanos, garantizados en el plano regional por un derecho
internacional eficaz, cuando nada de eso es verdad. Nadie compraría otro
atuendo si creyese que el que lo viste es de máxima elegancia, cuando en
realidad está en harapos que ni siquiera cubren sus partes
pudendas.
Si bien no existe un único modelo
democrático, el que se generalizó en la región es el de las democracias
plurales, en que la ciudadanía canaliza su voluntad a través de
partidos políticos. Pues bien, de este modelo institucional democrático, en
nuestros Estados sólo quedan restos.
Esto obedece a que los partidos políticos sólo
existen formalmente, pues su función canalizadora la ejercen las corporaciones
que monopolizan la comunicación en cada país: desde el análisis funcional, cada
una de ellas es un partido político y, además, por monopólica, es
un partido único. El monopolio de estos partidos únicos funcionales
al poder colonial se presenta como derecho a la libertad de
expresión, cuando en realidad es su más abierta negación.
En las concentraciones urbanas, el voto de altos
porcentajes de ciudadanía se manipula, conforme a los conocidos once
principios de Göbbels, llevando al extremo el consabido teorema de
Thomas: no importa que algo sea verdad o mentira, lo que importa
es que se lo dé por cierto y en ese caso produce efectos reales. Son
las profecías autorealizadas. Las fake news circulan
a mayor velocidad que la información correcta, incluso por las redes –cuya
tecnología también es monopólica-, donde se arman ejércitos
de trolls y de ingenios que simulan personas.
De este modo se determina la conducta de buena
parte de la población, que de buena fe vivencia la realidad creada por
los actores disfrazados de comunicadores, algunos tan consustanciados con
los personajes de sus libretos que llegan a creer las mentiras que divulgan.
Estos partidos políticos únicos y mediáticos
fabrican a los virreyes locales del totalitarismo financiero
y, por ende, como todo aparato de propaganda totalitario, no reconocen ningún
límite ético ni legal.
Los políticos son rehenes de estos partidos
únicos, que les marcan las agendas, sabiendo que entre los que luchan por
el poder siempre habrá algunos más inescrupulosos que, sin duda, llevarán
ventaja sobre los que ofrezcan alguna resistencia, como también sobre los que
no sean menos genuflexos por temor o por restos de dignidad y ética, pero que
tampoco se animen a denunciar y menos a resistir sus amenazas de linchamiento.
Saben muy bien que, en muchos casos, estos últimos también cederán a sus
directivas, porque juegan con su ingenuidad, haciéndoles creer que su silencio
los cubre de ser blancos de sus disfrazados de comunicadores.
Los políticos más inescrupulosos disputan para
convertirse en candidatos a virreyes de los partidos únicos
mediáticos, pues saben que cuando éstos los ungen como tales, tienen altísimas
probabilidades de trepar a los gobiernos, con una falsa aureola de democracia.
A veces, cuando al virrey ha ejercido su poder colonial con
demasiada avidez y torpeza, su reelección fracasa, como en la Argentina. En
algún otro caso, el virrey traiciona a su propia fuerza
política, proclamándose tal una vez en el gobierno.
Esas democracias de partidos mediáticos únicos
suelen asumir formas plebiscitarios, puesto que, una vez en el
gobierno, los virreyes ejercen plenos poderes en
abierta violación a los principios republicanos, a veces mediante plebiscitos
explícitos, pero en la mayoría de los casos, de hecho y ante la indiferencia
pública, sostenida por la desinformación de la misma publicidad del régimen.
La primera preocupación de los virreyes es
el reacomodamiento de los poderes judiciales a su gusto, puesto que de ellos
depende la impunidad de sus mandantes, socios y amigos, como también la
persecución y difamación de sus opositores y obstaculizadores.
Del grado de previo deterioro de la organización
judicial depende la facilidad de estas maniobras. Por lo general, las
corporaciones judiciales se integran con personas que privilegian su
estabilidad laboral, por lo cual, la docilidad se obtiene, en primer lugar, con
el ofrecimiento de algunas racionalizaciones o mecanismos de huida que permitan
su pax burocrática.
Al igual que en cualquier estamento profesional, en
el judicial hay algunos inescrupulosos y también unos pocos delincuentes, de
los cuales se sirven los virreyes y que, por regla, se ofrecen
a servirlos, sea en procura de rápida promoción jerárquica, por afán
mediático, por aspiración al estrellato político o por corrupción.
Nuestros virreyes cumplen el
mandato metrópolitano eliminando a quien les molesta. Este
colonialismo no los mata, como a Sucre, Moreno, Monteagudo, Dorrego o al mismo
Bolívar, si antes no lo hubiese hecho la tuberculosis, ni los manda al exilio,
como a San Martín. Elimina a los líderes políticos groseramente, con golpes de
Estado abiertos, como en Bolivia, pero otras veces orquesta golpes blandos, que
prostituyen a la política, pues explotan los bajos instintos de lo peor de
ella.
La eliminación de líderes populares por
decapitación pública se completa con campañas de los partidos mediáticos
de los virreyes, en combinación con un pequeño grupo de jueces
patológicos, en bandas de las que forman parte activa agentes de servicios
secretos, delincuentes que cobran su arrepentimiento, testigos
falsos, fiscales extorsionadores, policías corruptos, etc.
Para estos discípulos de Freisler y Vichinsky, todo
es válido: misteriosos escritos detallados; increíbles memoriosos; insólita
velocidad procesal; invocación aberrante de la doctrina jurídica; clonación de
procesos; pluralización de bandas; gobiernos considerados
asociaciones ilícitas y, por supuesto, violación de normas procesales básicas.
De no ser suficiente, se amenaza y persigue a algún juez que moleste, porque
así lo exige la lucha contra el flagelo de la corrupción,
convertida en el nuevo Satán de este tiempo, con el que pactarían las nuevas
brujas, que son los políticos populares.
Mientras estos shows de manos limpias son
dramatizados por los partidos políticos mediáticos, losvirreyes -y
sus socios, parientes y amigos- endeudan a nuestros países, comprometiendo sus
PBI por décadas, al tiempo que se benefician con negociados encubiertos por sus
cómplices judiciales.
A esto se le llama lawfare o guerra
legal, cuando en realidad es una guerra ilegal en todo
sentido. Tal es la dimensión que ha cobrado este recurso, que es materia de
análisis cada día más intenso en las academias jurídicas.
El último virrey argentino acabó
también con el Legislativo, valido del poder de ahogar económicamente a los
gobiernos provinciales. Nuestro federalismo se fue por la cloaca al igual que
la separación de poderes republicana, con el ejercicio de plenos poderes, no
otorgados por nadie. Otros son más burdos, embargando bienes de los
legisladores de la oposición o amenazando a sus familias.
¿Qué queda de le república, de la democracia y
hasta del Estado mismo? Sólo el resquicio de sentido de realidad de una parte
de la ciudadanía, porque –por fortuna- no existe un sistema perfecto dematricería
humana.
4- ¿Qué hacemos ahora? Ante la evidencia de que los
Estados -como repúblicas y democracias debilitadas- no podrán superar sanamente
la conflictividad inevitable de la postpandemia, nos urge pensar en
un nuevo modelo de Estado que, tarde o temprano surgirá, así como lo hizo
el New Deal de Roosevelt, o sea, en un modelo neoprovidente,
con mínima equidad desconcentradora de riqueza,capaz de reconstruir las
democracias y las repúblicas, asimilando las experiencias de nuestras
accidentadas historias.
En nuestro constitucionalismo no habrá de faltar
creatividad para pensar modelos de Estados fraternosque, junto a
la libertad y la igualdad, no olviden la fraternidad.
Nuestros movimientos populares de todos los tiempos nos dejaron pistas
redistributivas, que se deben profundizar.
De nuestra región surgió el constitucionalismo
social con la Constitución Mexicana de 1917; también apareció el ambiental,
con las Constituciones de Ecuador y del Estado Plurinacional de Bolivia.
Seguramente de aquí habrá de surgir el constitucionalismo socioambiental,
configurador de los nuevos Estados neoprovidentes y fraternos.
Las emergencias están dando la razón a los políticos
decapitados por los particos políticos mediáticos y, donde falten, otros
surgirán, como sucede en toda emergencia. La política y el vacío son
incompatibles: ante el reclamo de las ciudadanías, algo emerge. Además,
nuestros pueblos siempre han producido
caracteres políticos fuertes; esta capacidad no se
ha perdido, pese a los aparatos publicitarios de los particos mediáticos
únicos.
Esta tarea jurídica creativa se impone, pues no es
suficiente con sacudirse la dependencia colonial, sin perfilar nuestros futuros
Estados, porque la historia demuestra que esa actitud es un gravísimo error. En
efecto: cuando hace doscientos años nos liberamos del colonialismo originario,
nuestras oligarquías y sus intelectuales iluminados quisieron
imponer -a sangre y fuego- a los pueblos de nuestra región –supuestamente
bárbaros e ignorantes-, modelos incompatibles con nuestras realidades (la
llamadacivilización genocida). Sobre esas pretensiones se montó el
neocolonialismo, lo que costó muchas más vidas y dolor que la propia lucha por
la independencia. Ni siquiera podemos descartar que buena parte de las fallas
de nuestro presente sea consecuencia de ese error originario.
Pensar desde ahora el modelo de Estado al que
queremos llegar no es un sueño vano, un entretenimiento de ociosos ni implica
caer en la utopía, sino que es una tarea indispensable: se trata,
nada menos, que de montar la brújula, otear el norte, clarificar el objetivo.
Debemos pensar con urgencia qué Estado queremos,
qué institucionalización es necesaria para reconstruir la democracia y la
república, cómo recuperar el Estado para la política, cómo volver a una
democracia plural con partidos políticos no mediáticos ni por acciones,
cómo establecer cierto orden institucional que impida que cualquier virrey circunstancial
ejerza la suma del poder público y, sobre todo, cómo revertir el modelo de
sociedad con 30% de incluidos y el resto excluido, que nos intentó imponer el
colonialismo del totalitarismo financiero.
No somos ingenuos, sabemos que, en la postpandemia,
especialmente frente a las clases medias que caerán en la pobreza, los virreyes y
los otros agentes, pretenderán atribuir todos los males a los políticos que no
respondan al partido mediático único, usarán sus campañas sucias, sus fake
news, las dramatizaciones de sus actores y actrices disfrazados de
comunicadores y periodistas; no ahorrarán recurso alguno, recurrirán y pondrán
en práctica sus impudicias coprófilas más abyectas e inhumanas. ¿Podrán con
todo eso impedir la vuelta de los líderes populares decapitados por
los partidos mediáticos únicos o el surgimiento de nuevos lideratos en nuestros
países?
Frente a las respuestas demasiado pesimistas,
nuestras historias nos enseñan que, con marchas y contramarchas, nuestros
pueblos siempre toman conciencia y triunfan. Prueba de esto es que, de no ser
por nuestros movimientos populares, quizá no hubiésemos podido escribir estas
líneas ni el lector leerlas, porque es muy probable que hubiésemos sido
analfabetos, que hubiésemos muerto en la infancia, que tuviésemos menos
neuronas por carencia de proteínas en los primeros años o fuésemos
desaparecidos por alguna dictadura genocida.
El cardenismo mexicano, el aprismo peruano,
el velasquismo ecuatoriano, el varguismo brasileño,
elyrigoyenismo y el peronismo argentinos, etc.,
tuvieron muchos defectos, incluso algún autoritarismo, pero en el balance
final, todos esos defectos empalidecen frente a los genocidios de los virreyes que
en todos los tiempos los combatieron y, en definitiva, a ellos debemos la
ampliación de la ciudadanía realen nuestra región. Nuestros pueblos
no perdieron ni perderán esta vocación, pese a los esfuerzos tecnológicos de
los actuales partidos únicos mediáticos.
5- ¿Quiénes deben pensarlo? Cuando en Querétaro, los
diputados constituyentes campesinos y obreros propusieron las normas que dieron
origen al constitucionalismo social, los objetaron loslicenciados formados
en las universidades del porfiriato. Por suerte triunfaron los
primeros. Es llegada la hora de no repetir el error de los últimos.
Es tarea de la academia jurídica superar su
vocación elitista y su falsa asepsia política, dejando de lado las
pretensiones de quienes se encargan de ofrecer discursos facilitadores de
mecanismos de huida hacia la pax burocrática judicial,
postulando un derecho apolítico, neutro, incontaminado,
que niegue la esencia cultural, histórica y política del
derecho, en definitiva, funcional a los virreyes de turno.
El propio estructurador del método dogmático
jurídico –Rudolf von Jhering-, a poco dio un giro hacia la realidad social y,
con las inevitables limitaciones de su época y lugar, redefinió al derecho
como lucha.
La hora llama a los juristas de nuestra región, en
homenaje a demanda de recuperación de la soberanía de nuestros pueblos por vía
democrática y en el marco republicano y no violento, a sumergirse y
empaparse de las necesidades y reclamos de los más victimizados por el tardocolonialismo
financiero, para discutir la mejor manera de concretarlos en la forma
jurídica de nuevos proyectos de Estado.
Esto no significa un desvío reaccionario hacia
un romanticismo jurídico que pretenda la captación desentimientos,
sino que lo que se exige es comprensión de necesidades, que es algo muy
diferente, porque parte del respeto al otro, a la persona
en concreto que reclama ciudadanía real.
Debemos ser conscientes de que esos proyectos no
deben ser elaboraciones de gabinete, sino que sucontenido habrá de
surgir de los reclamos fundados en las necesidades de las capas más sufrientes
de nuestras ciudadanías, que son o pasan a ser mayoría, debiendo ser las
principales proveedoras de su contenido. A los juristas corresponde únicamente
la tarea de elaborar el envase jurídico más eficaz posible. La
demarcación de contenido y envase es
fundamental, para que nadie incurra en el error de loslicenciados de
Querétaro, pretendiendo elitistamente dar el contenido de lo que sólo debe ser
la necesaria envoltura normativa del reclamo de los pueblos.
Teniendo en cuenta que la postpandemia exigirá
un esfuerzo conjunto de los pueblos de nuestra región, corresponderá a los
internacionalistas meditar el reforzamiento de los organismos regionales, la
resurrección de otros y la creación de nuevos, así como reencausar a los que se
han vuelto funcionales al totalitarismo financiero y, sobre todo, perfeccionar
el reaseguro del sistema regional de Derechos Humanos, para darle la eficacia y
prontitud de que ahora carece.
Nuestros jueces no nacen de incubadoras, sino que
los formamos en las universidades, revisemos con cuidado y a la luz de las necesidades
de nuestros pueblos, lo que estamos teorizando y enseñando: es la hora de una
extrema responsabilidad académica.
6- ¿En qué punto estamos? El grado de esfuerzo que demande
llevar al plano de la realidad los nuevos Estados neoprovidentes y fraternos que
es indispensable que pensemos, dependerá en gran medida de la dinámica del
poder planetario en la postpandemia.
Es claro que la actual paralización de la economía
global es el ocaso del totalitarismo financiero, pero no sabemos si es el comienzo
o el fin de esta caída. Si se tratase del comienzo, restaría una lucha por
delante; si se tratase del fin, sería un amanecer y en breve deberíamos
lanzarnos a la construcción del Estado postpandemia.
¿El mundo –la humanidad- se halla en una situación
que guarda cierta semejanza a 1939, a 1945 o a los años intermedios? No faltan
quienes creen que el ocaso ni siquiera comienza y que, por el contrario, se
reforzará en la postpandemia; imaginan diferentes distopías.
Creemos que el camino de distopía choca
con un grave inconveniente, puesto que, como conduce a una hecatombe total y
esa perspectiva –a pesar del negacionismo– se va haciendo demasiado
inocultable, genera creciente pánico generalizado.
El segundo inconveniente del camino
distópico, es que con urgencia debería eliminar o deslegitimar a todos los
organismos internacionales. Si bien en su momento éstos fueron creados por los
poderosos, con la desaparición del mundo bipolar adquirieron dinámica propia y
generaron su personal técnico, o sea que, a pesar de su dependencia financiera,
se autonomizaron y obstaculizan cada vez más al totalitarismo financiero.
Este distanciamiento estalla hoy en confrontación,
pues es inédito el desafío y la difamación contra la OMS. Todo indica que a la
OMS seguirán todos los organismos universales y regionales, no sólo de Derechos
Humanos, sino aun los más técnicos y especializados. Cualquier
perspectiva distópica no podría avanzar sin acabar con los
organismos internacionales, con el discurso de Derechos Humanos y también con
todo el derecho internacional, incluyendo a la propia Cruz Roja.
Si bien estos organismos están lejos de gobernar el
mundo, su empoderamiento tampoco puede subestimarse, en especial por el
desprestigio que acarrea a quienes confrontan con ellos, sin perjuicio del que,
por otras razones, van cargando ahora esos voceros.
Asumiendo incluso la posición del comienzo
del fin, que sería la más pesimista entre las no distópicas,
nos hallaríamos frente al desafío de una lucha por liberarnos de la actual etapa
de colonialismo.
Teniendo en cuenta que siempre el derecho
es lucha, en cualquier caso, debemos comenzar a meditar qué haremos una vez
independientes o, lo que es casi lo mismo, para qué queremos la independencia.,
pues la caída de otro colonialismo no debe tomarnos desprevenidos, como hace
dos siglos largos.
Que nos ilumine Dios, la razón o lo que cada uno
crea con total y absoluta libertad de conciencia, porque en esta hora los
errores tendrían consecuencias demasiado graves.
Buenos Aires, 12 de mayo de 2020
Eugenio Raúl Zaffaroni es profesor emérito de la
UBA. Jurista integrante de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Fuente:
https://lateclaenerevista.com/nuestro-derecho-y-la-postpandemia-por-e-raul-zaffaroni/
Fuentes: La tecl@ eñe - Mural de
Banksy: "Stop and search"
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